Por Berenice Benites
La peor persona del mundo no habla realmente de alguien malo, sino de alguien humano. Muy humano. Julie, la protagonista, representa ese caos interior que muchos sentimos cuando intentamos entender quiénes somos y qué queremos hacer con nuestras vidas. Es una historia sobre perderse, sobre dudar, sobre cambiar de dirección sin tener un mapa claro. Y también sobre perdonarse por no tenerlo.
Desde el principio, Julie parece no encontrar su lugar. Cambia de carrera, de pareja, de planes, y cada vez que parece acercarse a algo “definitivo”, algo dentro de ella se mueve y la empuja a empezar de nuevo. Es fácil juzgarla, pero lo que la película logra es que, en lugar de hacerlo, uno se vea reflejado en ella. Porque ¿quién no ha sentido alguna vez que está tomando decisiones sin saber si son las correctas?
Lo que más me gusta de la película es que no intenta dar lecciones. No hay moralejas ni finales cerrados. Solo momentos, emociones y consecuencias. Trier muestra que crecer no siempre significa tener todo bajo control; a veces crecer es aceptar que no lo tenemos. Julie no sabe si está haciendo las cosas bien, pero sigue intentando, sigue sintiendo, sigue buscando. Y eso ya es mucho.
La cinta retrata muy bien esa sensación de vértigo que da la libertad. Vivimos en una época donde parece que podemos ser y hacer de todo, y sin embargo eso mismo nos abruma. Tener tantas opciones a veces se convierte en una carga. Julie vive esa confusión con intensidad: quiere vivirlo todo, no perderse nada, pero en ese intento acaba sintiéndose más perdida. Y aun así, hay una belleza enorme en su búsqueda, porque es real, imperfecta, y profundamente humana.
Al final, La peor persona del mundo no es sobre “la peor” persona, sino sobre alguien que, como muchos de nosotros, está aprendiendo a vivir. La película nos recuerda que no hay un camino correcto, que equivocarse no nos define y que sentirse perdido no es un fracaso. Es solo parte del proceso.
Y quizás ahí está lo más bonito del final: Julie no encuentra todas las respuestas, pero encuentra algo de calma. Acepta que la vida no tiene guion, que lo único que tenemos son los momentos que vivimos, las personas que pasan por nuestra historia y lo que aprendemos de ellas. Porque en el fondo, nadie sabe del todo qué está haciendo —y eso está bien.
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Sobre el autor
Berenice Benites
Abogada. Todo se trata de equilibrio. Mi error? Ser mano derecha enamorada del guante izquierdo. Mi lema? Que todo fluya, que nada influya.
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