Por Rocio Romero

Ángel Martín es un personaje muy conocido en España, sobre todo por su trayectoria como cómico y presentador en televisión. Sin embargo, para mí, su nombre apareció por primera vez como escritor, allá por 2021.
Muchos consideran “Por si las voces vuelven” una lectura de autoayuda. Puedo entender por qué; al fin y al cabo, la temática sobre la que gira el relato es la salud mental. Sin embargo, dentro de mi biblioteca personal, yo prefiero colocarlo en la estantería de autobiografías. Mi percepción al leerlo no fue la de una persona que quiere ayudarme, sino la de alguien que se aventuró a escribir esas páginas para ayudarse a sí mismo y encajar las piezas de su propio puzle. No en vano, la primera frase que el lector encuentra al abrirlo es: «Imagina que de repente todo encaja».
Este libro es un testimonio en primera persona sobre la locura. Crudo, sincero y directo. Ángel Martín narra con detalle el brote psicótico que lo llevó, en 2017, a ser ingresado en un hospital psiquiátrico durante dos semanas contra su voluntad. Comparte no solo la experiencia en sí, sino también todo el camino previo que lo condujo hasta ese punto y, lo que considero más interesante, la dificultad de volver a habitar el mundo “normal” tras algo tan profundamente transformador.
No querría usar esta reseña para compartir esas vivencias; solo hay una voz que tiene derecho a hacerlo: la suya. ¿O quizás… las suyas? ¿Cómo nos acercamos, como lectores, a un libro contado por alguien que admite haber estado loco sin saberlo? ¿Cómo sabemos cuál de todas esas voces de Ángel nos está contando la historia? Él siempre se sintió cuerdo, entonces… ¿cómo sabemos que la voz (o voces) en este libro es la que él cree estar usando? Es valiente escribir un relato con el que te expones a perder credibilidad; una gran lección de vulnerabilidad. Me encanta —y desconcierta— no saber si puedo fiarme de la única fuente de información que tengo a mi alcance: la voz del propio narrador.
Dicho esto, sí hay una voz que, indudablemente, todos reconocemos: la del Ángel Martín de la tele, el humorista. Parece contradictorio dentro del contexto de esta historia, pero utiliza ese recurso con un equilibrio brillante que lo hace sonar cercano y auténtico, permitiendo al lector respirar sin restarle profundidad y sin banalizar nunca lo ocurrido. No escribe desde el drama ni desde el victimismo, sino desde la necesidad de entender. Es una historia real, con altibajos, con dudas, y eso, precisamente, la convierte en algo creíble y cercano.
También plantea otro interrogante potente: lo que vemos en medios o redes no siempre refleja la realidad, aunque tengamos la sensación ilusoria de que todo lo vemos y todo lo sabemos. Mientras él transitaba todo esto, cualquiera podía creer conocerlo por lo que mostraba en televisión. Esa distancia entre lo visible y lo real debería hacernos cuestionar muchas de las suposiciones que damos por verdaderas en nuestro día a día.
Tras el libro, Ángel Martín ha seguido explorando esta temática. Tiene un pódcast (que recomiendo) con el mismo nombre, ha llenado teatros por toda España con un monólogo que reivindica la importancia de la salud mental y ha escrito una segunda parte, “Detrás del ruido”, sobre cómo consigue mantenerse cuerdo tras la recuperación. Hay quien lo critica, alegando que ha sabido monetizar muy bien un tema demasiado delicado. Mi opinión dista mucho de la crítica y se inclina hacia el aplauso. Ángel Martín, desde su posición de personaje famoso con influencia sobre un amplio público, lleva años abriendo una puerta para hablar de salud mental sin tabúes. Sin dar respuestas, pero sí dejándonos con mil preguntas. Y a veces, eso es lo que más necesitamos.
Si lo has leído, entenderás que cierre así:
Punto para los locos.
Te quiero mucho.
A hacer cosas.
Post-it.
Y si no lo entiendes… ¿a qué esperas para leerlo?
P. D. También puedes escucharlo en audiolibro, con su propia voz, que vuelve cada vez que le das al play. 😉
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Sobre el autor

Rocio Romero
De Galicia. Por el mundo. Nado entre palabras.
Leo para volar. Escribo para enraizar.
Oxímoron es mi palabra favorita: chispa que arde sin quemar.