Libros 17 julio, 2025

[Opinión]: The Way, My Way

“The Way, My Way”, Bill Bennett por Rocio Romero.
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    4

Este libro llegó a mí desde el otro lado del mundo. Como tantas cosas en los últimos años. Lo escribió Bill Bennett, un director de cine australiano que decidió hacer el Camino de Santiago —al principio, a regañadientes, sin tener muy claro por qué— y acabó encontrándose con mucho más de lo que imaginaba: con ampollas, con personas insólitas, con sí mismo. Y con algo que no se puede nombrar, pero que quienes hemos caminado el Camino sabemos que existe. Llámalo magia. Llámalo propósito. Llámalo vida.


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Este libro llegó a mí desde el otro lado del mundo. Como tantas cosas en los últimos años. Lo escribió Bill Bennett, un director de cine australiano que decidió hacer el Camino de Santiago —al principio, a regañadientes, sin tener muy claro por qué— y acabó encontrándose con mucho más de lo que imaginaba: con ampollas, con personas insólitas, con sí mismo. Y con algo que no se puede nombrar, pero que quienes hemos caminado el Camino sabemos que existe. Llámalo magia. Llámalo propósito. Llámalo vida.

Leí The Way, My Way justo antes de hacer mi propio Camino. Como gallega, este territorio me es familiar. Pero como peregrina, era la primera vez. Y leer a Bill —ese australiano con la rodilla lesionada, el ego a flor de piel y la vulnerabilidad a cuestas— fue como sentarme a hablar con un amigo al final del día, en el césped de algún albergue, mientras estiramos las piernas y compartimos un trozo de empanada entre confesiones.

Porque este libro no es una guía espiritual ni un tratado profundo. Es un relato honesto, ligero y entrañable de lo que pasa cuando pones un pie delante del otro durante más de 800 kilómetros, y te das el tiempo de pensar, enfadarte, reír, recordar y, quizás, empezar a entender. Está lleno de escenas cotidianas, de reflexiones espontáneas. A través de ellas, Bennett nos comparte lo que vive y lo que se le mueve por dentro mientras camina.

Bill se muestra sin filtros. Y eso es algo que el Camino hace con todos los peregrinos: nos va quitando capas, esas que creemos necesarias para protegernos, pero que en realidad nos sobran. Habla de sus crisis, de momentos de lucidez, de miedos, manías y prejuicios. Del sentido del Camino, sí, pero también de la soledad, del dolor físico y mental, de la comida, de los ronquidos en los albergues, y de las personas que aparecen y desaparecen como metáforas con mochila a la espalda. Y todo eso lo hace muy real. Muy reconocible.

Para mí, que viví en Australia durante años y acabo de regresar a Galicia —desempacando no solo maletas, sino también muchas cosas que me pesan—, este libro fue un puente entre dos mundos. Me hizo reír, me hizo recordar, me hizo querer volver a andar. Y por eso decidí hacer el Camino en cuanto aterricé. Quería reconectar con Galicia, y para mi sorpresa, acabé reconectando… conmigo misma.

Ahora que ya terminé el libro, y también mi propio Camino, me doy cuenta de algo: el Camino no termina en Santiago. Cuando te atraviesa de verdad, el Camino se queda contigo para siempre. Y siempre querrás volver.

Bill también lo sabe. Y lo transmite en The Way, My Way, desde el desconcierto, la curiosidad y la gratitud. Una lectura ligera, pero con fondo. Como caminar: sin prisa, pero con intención. O como decimos en Galicia: pasiño a pasiño, faise o Camiño.

Y como escribe Bennett en una de sus muchas frases icónicas: “This damn Camino is like a psychiatrist’s couch.”

Juzguen ustedes mismos.

Leyendo el libro.

Y, quién sabe, quizás caminando hacia Santiago en un futuro no muy lejano.

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Sobre el autor

Rocio Romero

De Galicia. Por el mundo. Nado entre palabras.
Leo para volar. Escribo para enraizar.
Oxímoron es mi palabra favorita: chispa que arde sin quemar.

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