Por Rocio Romero

Esta frase tan sencilla resume en pocas palabras el trasfondo de estas páginas: la precariedad, la geografía y la falta de alternativas. En Galicia, durante años, para muchos, la única salida fue la entrada al contrabando. Primero fue el tabaco. Luego, la fariña (cocaína).
“Fariña” no es una novela, pero se devora como una. La realidad, aquí, es más feroz que cualquier ficción que pudiera inventarse. Es una investigación periodística, minuciosa y valiente, sobre cómo Galicia se convirtió en la puerta de entrada de la cocaína a Europa. Si has visto Narcos y crees que sabes cómo funcionaba la red del narcotráfico internacional, te falta la mitad del mapa. Porque lo que pasaba en la ría de Arousa tenía consecuencias en Cali, Bogotá o Medellín. Y viceversa.
Nacho Carretero logra lo que parecía imposible: contar esta historia real como si fuera una gran saga criminal, sin renunciar al rigor. Traza una radiografía detalladísima de cómo el narcotráfico se enredó en la estructura económica, política y social de Galicia desde los años del estraperlo hasta hoy. Este libro tiene personajes memorables, giros y escenas de acción. Cada página está cargada de datos, nombres, fechas, juicios, testimonios de capos, jueces, policías, periodistas e incluso madres de toxicómanos. Todo un entramado de complicidades que logró convertir la costa gallega en la principal vía de entrada de cocaína a Europa en los años ochenta. Carretero no edulcora ni se esconde: es directo, lúcido y, a ratos, sarcástico (esa retranca tan característica de los gallegos). Narra con una claridad y sinceridad que estremece y abruma.
Sí, “Fariña” habla de narcos. Pero sobre todo habla de cómo un sistema entero mira hacia otro lado mientras el poder del dinero sucio lo contamina todo. Aquí no hay héroes limpios ni villanos absolutos. Nada es blanco o negro. Y ahí reside, en gran parte, su potencia.
En este paisaje, el crimen no es marginal: es estructural. Algunos de los capos más conocidos —como Sito Miñanco— también financiaban las fiestas del pueblo, pagaban tratamientos médicos a vecinos o presidían equipos de fútbol juvenil. Hay mucha gente que hoy sigue sin poder (o querer) hablar mal de ellos. Mientras tanto, una generación entera desaparecía, la conocida como “Generación Perdida” por la omnipresencia de la droga. Y las madres que, en defensa (o memoria) de sus hijos, se organizaron, se plantaron y denunciaron —en una época en la que hacerlo era jugarse la vida— cuando nadie más lo hacía.
La policía, los políticos, los jueces, las infraestructuras… nada escapaba al control de estos clanes. Y es que este libro arriesgado, riguroso y demoledor, fue censurado judicialmente justo antes de la emisión de la serie en 2018, tras la denuncia de un ex alcalde gallego. Un intento de silenciamiento que, como suele pasar, acabó dándole aún más voz, tanto al original en papel, como a su versión para la pantalla.
Un libro imprescindible, no solo para entender el pasado, sino para descifrar parte de lo que sigue pasando, y se sigue callando. Para escuchar los silencios, mirar hacia atrás y reconocer —con datos y nombres— lo que siempre estuvo ahí. Porque contarlo también es una forma de hacer justicia.
Bravo, Nacho, por dar luz donde tantos prefieren la sombra.
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Sobre el autor

Rocio Romero
De Galicia. Por el mundo. Nado entre palabras.
Leo para volar. Escribo para enraizar.
Oxímoron es mi palabra favorita: chispa que arde sin quemar.