Libros 25 noviembre, 2025

Susan Sontag nos deja una pregunta abierta: ¿La verdadera elocuencia nace del silencio o del diálogo?

La conciencia uncida a la carne: Diarios de madurez 1964-1980 de Susan Sontag
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¿Y si hablar bien no dependiera de cuánto conversamos, sino de cuánto tiempo pasamos a solas con nuestras ideas? Susan Sontag en “La conciencia uncida a la carne: Diarios de madurez 1964-1980” decía que la capacidad de articular el pensamiento con precisión y belleza no nace del entorno social, sino más bien de su ausencia.


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¿Hasta qué punto nuestra capacidad de pensar con claridad y expresarnos con profundidad depende del tiempo que pasamos en silencio y en soledad?

Susan Sontag en “La conciencia uncida a la carne: Diarios de madurez 1964-1980” decía que la capacidad de articular el pensamiento con precisión y belleza no nace del entorno social, sino más bien de su ausencia. Ella decía que en la soledad, cuando no tenemos más remedio que habitar nuestro propio pensamiento, es cuando desarrollamos un lenguaje más refinado, más introspectivo.

Me encanta este fragmento ya que pone en cuestión la creencia común de que hablar bien es algo “natural” en contextos sociales. Al contrario, Sontag nos recuerda que la verdadera articulación de ideas puede surgir del aislamiento, del dolor de sentirse separado, de una necesidad interior de nombrar lo que se experimenta en silencio.

Pero esa soledad de la que habla Sontag no es un vacío estéril ni una simple retirada del mundo: es un laboratorio del pensamiento, un espacio donde la mente se ejercita, tropieza, se pule. En “La conciencia uncida a la carne”, sus diarios revelan que estar sola no significaba estar detenida, sino más bien sumergirse en un proceso activo de observación y ensayo interior. La soledad se convierte en una forma de disciplina, un entrenamiento de la atención y de la sensibilidad. En tiempos donde la distracción constante parece inevitable, Sontag nos recuerda que pensar profundamente exige una forma de silencio, una especie de aislamiento elegido que permite a las ideas madurar antes de ser dichas.

¿Y dónde queda el contacto con los otros? ¿Qué pasaría con nosotros si nada de afuera lograra tocarnos?

Amo a Susan pero no puedo dejar de pensar que la elocuencia también se forja en el diálogo. Hablar con otros nos obliga a traducir nuestros pensamientos en un lenguaje comprensible, a ordenar ideas, a escuchar, responder y reformular. En esa interacción, el lenguaje no solo se practica: se transforma. Evoluciona en el cruce, en la fricción, en la necesidad de ser entendido.

La elocuencia, entonces, no es solo un producto de la individualidad dolorosa, como sugiere Sontag, sino también un tejido colectivo: algo que se afila y enriquece en la presencia de otras voces, en el vaivén del intercambio humano.

Y para ti, ¿crees que la verdadera elocuencia nace tanto del silencio interior como del encuentro con otras voces, de esa tensión constante entre lo que nos pertenece y lo que compartimos?

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Sobre el autor

Felipe Puerta

Fundador y director del medio digital Cementerio de libros.
Ad ganga med bok I maganum.
"No eres lo que escribes, eres lo que lees".

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